martes, 3 de mayo de 2011

Tengo ganas de ti

Después, de repente, empieza a granizar. Con fuerza, de una manera increíble. Y entonces corremos, corremos como locos y nos refugiamos frente a un portal, casi resbalándonos para protegernos del granizo. Nos quedamos así, al frío, bajo un balcón. Después, la granizada poco a poco se transforma en nieve. Nieva en Roma. Pero la nieve se deshace antes de tocar el suelo. Nosotros nos sonreímos aún un momento, ella da otro mordisco a su bola de arroz y yo intento besarla… Y después, pluf, precisamente como la nieve, también ese recuerdo se deshace. No hay nunca un porqué para un recuerdo; llega así, sin pedir permiso. Y nunca sabes cuándo se marchará. Lo único que sabes es que lamentablemente volverá. Aunque por lo general son instantes. En cuanto llega el recuerdo, hay que alejarse rápidamente, hacerlo en seguida, sin miramientos, sin concesiones, sin enfocarlo, sin jugar con él. Sin hacerse daño. Así, mucho mejor… Ahora ya ha pasado. La nieve se ha deshecho del todo.

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